Si es Moschiano, es alta costura

DIEZ AÑOS DE EXPERIENCIA Y UN CENTENAR DE NOVIAS FELICES, HACEN DE LOS TRAJES DE MARÍA MOSCHIANO INFALTABLES INVITADOS A LAS NOCHES MÁS GLAMOROSAS DE VENEZUELA
Por Johan Ramirez
Fotografías: Oz Films
SI ALGO TIENE CLARO María Moschiano es que, generalmente en sus creaciones, las agraciadas medidas de 90-60-90 están destinadas principalmente para modelar en una pasarela. Ella, consciente de esto, crea para una mujer real, contemporánea, que quiere verse glamorosa y lucir un traje de alta costura, pero sin estar obligada a poseer el cuerpo perfecto de una maniquí. Así, en diez años de carrera profesional, ha vestido desde celebridades hasta un centenar de novias, de todos los tipos y culturas, y también embajadoras; sin contar con la atractiva línea para caballeros que desde hace tres años hace que también un buen número de hombres visite su atelier con frecuencia. Pero esta creativa diseñadora, de ideas frescas, libres (lo que se evidencia desde su propia personalidad), parece no tener un punto de llegada y cada día sorprende con nuevas propuestas, tanto así que su línea de orfebrería brilla desde hace rato en las noches de la gala de la ciudad, y desde hace nueve meses lo hace también una fabulosa línea de calzados.
¿Hasta dónde piensa llegar María Moschiano?
Es difícil precisar. “Ni yo misma lo sé -dice la diseñadora-, porque soy una estudiosa de la moda. Siempre ando en una búsqueda, investigando constantemente sobre lo que viene, y cómo puedo trabajar y redimensionar las tendencias”. La clave de su éxito, cree, se basa en tres elementos fundamentales que considera vitales para cualquier profesión, en especial la suya: agudeza visual, buen gusto y mucho estudio. En su caso, las dos primeras podrían tenerse como estupendas coincidencias familiares y es que Moschiano creció en una familia vinculada a los cortes y las telas: tanto su abuelo como su padre fueron sastres de oficio durante toda la vida. “Así que yo crecí en sus talleres, y ellos me mostraban cómo se hacía una manga o una pretina. Eso para mí era como un juego de niñas”, cuenta. Por tanto, nada extraño resulta su natural vocación por este trabajo.
Sin embargo, cuando debió escoger una carrera en la universidad, se inclinó por la administración. “Pero tan pronto como me gradué lo dejé todo y me fui por el diseño, pues descubrí que era lo que realmente me apasionaba. Tuve que prepararme, por supuesto. Estudié en Parsons, en Nueva York, y luego tomé varios cursos de especialización en Venezuela”, apunta.
CONSENTIDAS CON RAZÓN
Hace diez años, fi nalmente, abrió su atelier sobre la avenida Leonardo Da Vinci, en Bello Monte. Sus comienzos fueron haciendo vestidos de gala, lo que de inmediato la cautivó. Dos años después, se atrevió a abrir una segunda línea de productos: novias. “Eso tuvo tanto éxito, que la gente pensaba que yo solamente trabajaba para bodas, cuando más bien era algo que apenas estaba empezando a hacer. Han sido diez años maravillosos”, sonríe una talentosa María, radiante entre las creaciones a medio terminar de su taller.
Algo que la defi ne es cuánto se esfuerza por procurar que su trabajo, la rigurosa labor de confeccionar un vestido de novia, sea para sus clientas un deleite, una experiencia a disfrutar en medio del a veces desquiciante proceso de planifi car una boda. María, atenta a eso, pretende no ser una preocupación jamás, sino todo lo contrario: “a mí me encanta que la novia sólo tenga que pensar en su vestido cuando viene aquí, a probárselo. De resto, nosotros lo hacemos todo. Yo misma voy a vestirla el día de la ceremonia. Le pongo desde las medias hasta la corona, para que esté relajada y salga hermosa a tomarse sus fotos. Me gusta que se sientan consentidas”, asegura.
“De hecho ellas son las únicas que se hacen pruebas tres veces. Las dos primeras son sobre la marcha, y la última es cuando ya todo está listo. Eso lo hago dos semanas antes del matrimonio. Allí les pido que se mantengan en el peso y yo me dedico a hacer los bordados. Ellas nunca ven el vestido completo (con los bordados), hasta el día que se casan”.
¿QUÉ NO TE GUSTA?
En cuanto a su dinámica de trabajo, siempre hay un primer encuentro entre la diseñadora y su clienta. Allí ella escucha, sólo escucha. Y después de oírlas hablar, de ver las revistas que traen donde aparecen los vestidos que ellas quieren, y de saber todo lo que sí les gusta, María les hace una pregunta que considera esencial: ¿Qué no te gusta? “Porque pueden haber mil cosas que le agraden a una persona, pero las que le desagradan son las que definen el vestido, porque ésas son las verdaderas limitantes”, acota. Para el segundo encuentro, ella presenta tres o cuatro bocetos diferentes, y viene el dilema para sus clientas, “¿por qué me hiciste tres? ¡Ahora no sé cuál escoger!” le reclaman entre bromas.
Posteriormente, el trabajo es todo suyo. Su reto, afirma, no es pedirle a la persona que rebaje 20 kilos para entrar en el traje que quiere hacer, sino trabajar con lo que tiene, ocultar los excesos, y exaltar las virtudes con los cortes. “Y siempre parto de la idea de mis clientas, las escucho y las tomo en cuenta, porque el buen diseñador nunca necesita imponerse, sino que trabaja con lo que quiere el cliente, pero lo lleva por la vanguardia. El punto es tomar su sugerencia y convertirla en algo mil veces mejor, transformándola en un diseño exclusivo”.
BLANCOS, GRISES Y VIOLETAS
Sobre una mesa en el medio del atelier, María exhibe un álbum repleto de fotos de sus vestidos de novia. Allí están desde las clásicas princesas de velo y corona, hasta piezas más atrevidas que salen de lo normal, como un traje completamente gris que le encargaron hace varios meses, o uno que incluso tenía hasta tonos violetas. Están también algunas piezas más modernas, con cortes de sirena, silueteados, y sin la típica cola. Ese estilo sería, justamente, el que María escogería hoy si tuviera que casarse.
Pero por otro lado, es el vestido clásico el que más disfruta elaborar. Son como obras de arte, dice. El acabado, tanto por fuera como por dentro, es siempre perfecto, jamás se observan las costuras, tienen bordados hechos a mano con incrustaciones, y nunca falta el corsé, eso es ineludible para María. Lo que sí varía, sin inconvenientes, es el color, “y ahora vienen los tonos marfil, color hueso, y no el blanco tradicional”, añade, a propósito. Pero lo importante, en todo caso, es considerar no sólo a la novia, sino también el espacio donde se hará la ceremonia. “No es lo mismo una boda en Dubai que una en Dinamarca”, apunta.
ELLOS TAMBIÉN
La línea masculina ha sido una novedad en su atelier. Desde hace tres años comenzó a crear también para hombres, y aunque muchos consideran que este es un afán no tan satisfactorio como el de hacer trajes femeninos, María Moschiano muestra su desacuerdo. Cree que para los caballeros el gran desafío (y por lo tanto la diversión), está en lograr algo nuevo, creativo, que salga de lo tradicional. Reconoce que ciertamente la paleta se restringe bastante en este caso, pero cree que en consecuencia, un buen diseñador debe exigirse para conseguir algo realmente valioso y que logre destacar.
GARANTÍA CREATIVA
Los cortes y los drapeados, ése es el sello de esta diseñadora. Luego viene el trabajo manual que distingue siempre sus creaciones: bordados en hilo de plata son la perfecta pincelada final. Pero el plus definitivo de María Moschiano, muy importante en la alta costura, es la exclusividad. Sus trajes jamás se repiten. “Me sucede mucho que llegan aquí novias con una revista en la que aparece un vestido mío, y ellas quieren que se los haga. Lamentándolo mucho no puedo copiarlo, pero en cambio tomo esa idea, como concepto, y a partir de allí hago nuevos bocetos, algo completamente
distinto, aunque haya nacido de lo que ya existía. Gracias a Dios quedan siempre fascinadas”, señala. Sucede lo mismo con sus trajes de gala. En esto ella impone la creatividad ante todo. “¡Sabes la capacidad mental que uno tiene! Es tan grande que uno puede darse el gusto de hacer algo distinto para cada clienta. Y eso es lo que me encanta, siempre estar haciendo algo diferente, completamente distinto a lo que ya he hecho antes. Afortunadamente a mí se me da muy fácil, nunca he tenido una crisis creativa”, dice.
LA CLAVE DE SU ÉXITO SE BASA EN TRES ELEMENTOS: AGUDEZA VISUAL, BUEN GUSTO Y MUCHO ESTUDIO
Diciembre 2009
Fuente: Ocean Drive - Venezuela